Hola compañer@s, ¿cómo estáis?

Un viernes más y no un viernes cualquiera, porque ya estamos en el último día de mes, así que vamos a decirle adiós con gratitud a este primer mes de 2025 y enero y darle la bienvenida a febrero, esperando que traiga para todos cosas bonitas y maravillosas.

En este nuevo capítulo, que he titulado «Justicia», y como siempre hago en cada nuevo artículo que, fiel a mi cita, escribo para todos vosotros, os realizo una serie de preguntas, que normalmente son al final o casi al final de cada capítulo/artículo.

Hoy, contrariamente, quiero arrancar este capítulo lanzándoos una simple pregunta, pero con mucha profundidad para arrancar este escrito:

«¿Qué significa la palabra “justicia” para ti?»

En nuestra sociedad actual, como bien sabéis, donde las redes sociales son capaces de dictar sentencia en segundos, con difusión global y donde las desigualdades se profundizan, ¿piensas que podemos hablar de justicia como un valor universal? ¿O se ha convertido en un concepto relativo, moldeado por intereses y contextos?

En esta era de la información, donde un tuit puede viralizarse en cuestión de segundos y un vídeo en TikTok puede desencadenar un movimiento global, el concepto de justicia ha trascendido los tribunales, los jueces, los magistrados, los letrados y las leyes escritas.

Hoy, las redes sociales se han convertido en un nuevo «tribunal público», donde la opinión colectiva dicta sentencias rápidas, sin pasar por procuradores o abogados y, muy a menudo, irrevocables. Pero, ¿esto es realmente justicia? ¿O estamos ante un fenómeno peligroso que confunde la popularidad con la delgada línea que separa la verdad de la mentira?

Las plataformas digitales han democratizado la voz de las personas, permitiendo que cualquiera pueda denunciar injusticias, exponer abusos o exigir responsabilidades. Movimientos como #MeToo o #BlackLivesMatter son ejemplos claros de cómo las redes han sido herramientas poderosas para visibilizar problemas sistémicos y exigir cambios. Sin embargo, también han dado lugar a lo que algunos llaman «linchamiento digital»: situaciones en las que personas son juzgadas y condenadas públicamente sin derecho a defensa, basándose en acusaciones que no siempre están ni fundamentadas ni verificadas, cayendo en ataque gratuito por diferencias personales de opinión y, sobre todo, por falta de respeto, moral, educación y valores.

Internet y esta llamada «era digital» nos han dado acceso a una cantidad infinita de información, pero también han creado un entorno donde las noticias falsas, las fakes y los sesgos de información irreal y partidista pueden distorsionar la realidad.

En muchos casos, las personas forman opiniones basadas en titulares o fragmentos de información, sin profundizar en los detalles o escuchar todas las partes de la historia.

Como consejo personal, antes de dar cualquier información en redes, consensúa bien la información que te llegue, pero no solo por tus medios afines, sino por todos los medios de información a los que puedas tener acceso.

Según un estudio de la Universidad de Stanford, el 60% de las personas comparten noticias en redes sociales sin leer más allá del titular. Esto plantea una pregunta incómoda:

«¿Estamos construyendo una justicia basada en la verdad o en la percepción?»

La justicia en la era digital es un arma de doble filo. Por un lado, nos ha dado voz y poder para luchar contra las injusticias; por otro, nos ha expuesto a los peligros de la desinformación y, aún más peligroso, al juicio colectivo, al ataque, al bullying, al acoso e incluso a la estafa.

En nuestras manos está decidir si usamos estas herramientas para construir un mundo más justo o para perpetuarnos en la polarización y el odio.

A pesar de los riesgos, la era digital también ofrece oportunidades únicas para avanzar hacia una sociedad más justa. Las redes sociales pueden ser herramientas poderosas para educar, concienciar y movilizar a las personas en torno a causas importantes. La clave está en usarlas de manera responsable.

La justicia, en teoría, es un principio universal que debería garantizar igualdad y equidad para todos, cosa que en mi país, España, la justicia legal «es una comedia», donde los «payasos» y gente con delitos extremadamente graves siguen burlándose de los españoles, protegidos por magistrados afines a ellos y partidistas de un gobierno que, desde hace mucho tiempo, ha fragmentado los poderes judiciales en dos.

Sin embargo, en la práctica, está profundamente influenciada por las desigualdades estructurales que existen en nuestras sociedades y que hacen que el acceso a la justicia no sea igual para todos.

El ideal de la justicia, representada como una figura con los ojos vendados y con la clásica «báscula equilibrada» que representa el derecho constitucional, simboliza imparcialidad: no distingue entre ricos y pobres, hombres y mujeres, ni entre razas o religiones. Pero la realidad es muy diferente, ¿qué os voy a contar que no sepáis?

«Tú eres de los míos, roba lo que quieras, que no te sucede nada»

«Tú no eres de los míos, a ver cómo te busco las vueltas para intentar meterte en prisión por delitos que ni has cometido», pero ya se encargan ellos, en sus mentes maquiavélicas, de saber cómo hacerlo, en vez de mirar por la prosperidad del país.

El acceso a la justicia no solo se ve afectado por la discriminación, sino también por las desigualdades económicas. Las personas con recursos pueden pagar abogados de alto nivel, presentar recursos legales costosos y prolongar los procesos judiciales a su favor. Por otro lado, quienes viven en pobreza a menudo no pueden permitirse una defensa adecuada, lo que los deja en desventaja desde el inicio.

«Según el Banco Mundial, más de 5 mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a mecanismos efectivos de justicia. Esto significa que la mayoría de la población mundial no puede ejercer plenamente sus derechos».

Hoy tratamos un tema que os escribo con una extremada preocupación, un tema muy delicado y extremadamente injusto, porque cuando la justicia protege a los poderosos, a los violadores, a los corruptos (uno de los mayores desafíos en muchos países es la impunidad), especialmente en casos que involucran a personas poderosas o con conexiones políticas.

La corrupción dentro de los sistemas judiciales permite que muchos evadan la justicia, mientras que otros son perseguidos con todo el peso de la ley.

Escándalos de corrupción de políticos y empresarios han manipulado los sistemas judiciales para evitar ser juzgados. Mientras tanto, personas que luchan contra este tipo de «privilegios» de políticos, empresarios y gente de elevado poder, son atacados por enfrentarse a estas injusticias.

Estas desigualdades estructurales no solo afectan a quienes son directamente perjudicados, sino que también erosionan y distorsionan la confianza en las instituciones. Cuando la gente percibe que la justicia es solo para unos pocos, pierde la fe en el sistema y busca otras formas de resolver sus conflictos, a veces recurriendo a la violencia o tomándose la justicia por su mano, al verse totalmente indefensos.

Os hago dos nuevas preguntas como reflexión:

¿Cómo podemos esperar que las personas respeten las leyes si no creen que el sistema las protegerá de manera justa?

¿Seremos espectadores de estas desigualdades o protagonistas de un cambio necesario?

La justicia no es solo un concepto abstracto o un tema que compete únicamente a los gobiernos y las instituciones. Es una responsabilidad colectiva que comienza en nuestras comunidades, en nuestros hogares y, sobre todo, en nuestras acciones diarias. Cada uno de nosotros tiene el poder de contribuir a un mundo más justo.

El silencio es cómplice de la injusticia. Si presencias actos de discriminación, abuso o corrupción, es importante alzar la voz y, sobre todo, acudir a las comisarías de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para denunciar.

Los medios de comunicación, las redes sociales, las organizaciones civiles y las autoridades son también canales para hacerlo.

Muchas organizaciones trabajan incansablemente para promover la justicia y los derechos humanos. Apoyarlas, ya sea con donaciones, voluntariado o difusión, es una forma efectiva de contribuir.

La democracia y la justicia se fortalecen con la participación ciudadana. Recordad: «El pueblo salva al pueblo». (No me olvido de ti, Pilar).

«La justicia no es un destino al que llegaremos algún día, sino un camino que construimos con cada acción, cada decisión y cada gesto día a día. No necesitamos ser poderosos o influyentes para marcar la diferencia; solo necesitamos ser conscientes, comprometidos y valientes».

Y, sobre todo, si sufres una denuncia, provenga de quien provenga y no eres culpable de ella, busca las alternativas que hoy te he dado en este capítulo para alzar la voz y para difundir que la injusticia, llamada actualmente «justicia», no solo te está afectando, sino discriminando. Ten la valentía suficiente para denunciar ante los medios estas injusticias, porque en el silencio está el retroceso y en tu voz está tu avance personal y global como sociedad.

Para finalizar, dos últimas preguntas:

¿Qué estás dispuesto a hacer para contribuir a un mundo más justo desde la sociedad y tu entorno?

¿Eres de los que prefieren callarse o alzar la voz para que la justicia sea igual para todos?

Tan solo te digo:

«El cambio comienza contigo»

Jorge Esquirol.

@elblogdejorgeesquirol

Posdata:

El miércoles hizo tres meses de la trágica y devastadora DANA. Todo mi apoyo, energía y fuerza a todas esas familias que lo están pasando y prosiguen pasándolo realmente mal. Os ruego que no caiga en nuestro olvido.

Hoy también me toca agradecer a los 10 países que me siguen mayoritariamente, y dar mis más sinceras gracias por no solo formar parte de esta sociedad o comunidad, sino porque, como siempre os digo, cada vez sois más los que formáis parte de mi vida.

Gracias a USA por ser el primer país que me sigue mayoritariamente, seguido de Venezuela como segundo, España tercero, México cuarto, Irlanda quinto, Suecia como sexto país, séptimo Italia, octavo y noveno, Hong Kong y China, y por último Cuba.

Os doy mis más sinceras gracias y aprovecho para pediros perdón por el retraso de algunas respuestas por parte de mi equipo de comunicación y marketing. Al escribirnos en vuestro idioma, tardamos en traducir y en poder contestaros correctamente. A los que aún no os haya respondido, no penséis en ningún momento que no os he leído ni olvidado de vosotros. Tendréis vuestra respuesta muy, muy pronto.

Os invito a suscribiros totalmente GRATIS, sin dejar datos personales, tan solo vuestro email. Os llegará un reporte, porque aún no puedo decir nada, pero vienen muchas, muchas cosas nuevas: mi segundo y nuevo libro editorial, presentaciones, nuevos invitados en el espacio «Entre Amigos», viajes a lugares maravillosos donde voy a ser docente y a transformar sueños artísticos en realidades, nuevos formatos para podcast y un programa de radio semanal. Y, sobre todo, algo muy novedoso que estamos montando desde hace meses junto a mi mano derecha, compañero, admirado y amigo Xavi B., y que os aseguro que no os dejará indiferentes, sobre todo a los que soñáis con ser artistas…

Para finalizar, dos agradecimientos: a ti, Nacho Suárez, y a tu empresa, que estáis traduciendo el libro en Miami. Has sido un nuevo regalo que me ha ofrecido la vida, derivado y proporcionado por mi gran amiga y última invitada del formato «Entre Amigos», Vanessa Cerallo, y creo que será el principio de una colaboración laboral y empresarial, y espero y deseo el inicio de una amistad, porque hablamos el mismo idioma y el mismo lenguaje, ya sabes.

A ti, Chris, gracias por comunicarme que ya has llegado de vuelta de ese gran viaje a Marruecos y que ya estás de nuevo en Los Ángeles, USA, y que has llegado bien.

Y para todos, millones de gracias, porque nada sería posible sin vosotros.

Recordad que la vida es maravillosa, que es normal que se nos presenten obstáculos diarios, pero tomároslos como aprendizaje, como lecciones de vida. Saboread cada día, cada minuto con plenitud y vividlo al máximo, porque, como muchos de vosotros ya sabéis, uno de mis lemas principales es:

«Solo por respirar, merece la pena vivir».

Sed muy felices, por favor.

Os abrazo.

Jorge Esquirol.