¿Cómo estáis?, ¿cómo ha ido vuestra semana?
Pues un viernes más, ya 25 de abril de 2025 y el artículo/capítulo número 38 consecutivo, sin faltar a mi cita con todos vosotros cada viernes y con una ilusión desmedida, porque este capítulo hacía muchísimo tiempo que lo quería escribir.
Muchos de vosotros, y sobre todo los que me conocéis bien, sois conocedores de mi amor por México, de mi admiración por su cultura y sus gentes, por sus tradiciones ancestrales y sobre todo por su evolutiva y frenética actividad cultural, pero justamente hoy, voy a abrir mi corazón de par en par, y escribiendo con mis sentimientos, más que con mi mente, me voy a dejar llevar, para hablar de lo que realmente siento, (siendo español), por el citado país azteca, México.
¿Sabías que México no solo es cuna de culturas legendarias, sino también un espejo del alma del mundo?
Cuando yo pienso en México, lo primero que me viene a mi mente no es un mapa, sino una emoción, un suspiro que sabe a maíz, una lágrima que baila con el mariachi, una sonrisa que se enciende con la calidez de su gente.
Hoy quiero llevarte conmigo a través de mis palabras tejidas con amor y respeto por esta tierra sagrada.
Deseo compartir contigo este viaje a mi corazón a través de este humilde escrito que verdaderamente no son más que mi sentir y la realidad de mis sentimientos de un país que no solo late, sino resuena, que no solo existe, sino que vibra, que no solo tiene historia, ya de por sí México es historia.
Porque México no es inteligible, México se entiende y sobre todo se siente.
¡Viva México!, en cada rincón de su geografía nacional y emocional, en la ternura de sus abuelas, en la fuerza de sus madres, en la mirada limpia de sus niños y en la ilusión de su juventud.
¡Viva México!, en su idioma que canta, en sus manos que crean, en sus pasos que resisten.
México es más que una bandera, es un corazón que nunca deja de latir, incluso cuando ha sido herido.
Recorrer México es como abrir un códice viviente, desde los volcanes que tocan el cielo hasta las playas que acarician el sol; desde los pueblos mágicos como Tequila o San Miguel de Allende, hasta la inmensidad espiritual de Yucatán, donde la sabiduría de los mayas aún flota en el aire.
Fue allí, en medio del misterio, del verdor y del eco de los dioses, donde nació mi segundo libro editorial «La Pirámide del Alma». No hubiera podido surgir en otro lugar, porque solo en Yucatán se puede entender que el alma no tiene fronteras, que la tierra habla y que el silencio también enseña.
Chichén Itzá, esa joya del mundo antiguo, no es solo un destino turístico, es un testimonio espiritual, un templo cósmico, un espejo donde aún se reflejan las estrellas.
Pararse frente a la Pirámide de Kukulkán es como pararse frente al origen de todo. Allí, cada sombra proyectada por el sol, cada sonido que rebota con precisión milenaria, es una señal de que los mayas sabían mucho más que nosotros, eran sabios del tiempo, del alma, del equilibrio, y es imposible no sentir la conexión más allá de lo racional cuando se pisa ese suelo cargado de sabiduría ancestral.
Os puedo asegurar que si hay un lugar que encarna con fuerza la dualidad entre el pasado glorioso y el presente resistente, ese lugar es Yucatán, tierra de sabios, guerreros, astrónomos y guardianes del tiempo. Yucatán no solo forma parte de México, para mí le dotó de alma, le dio historia y ante todo le concedió sabiduría milenaria.
Pocos recuerdan que Yucatán fue, en otro tiempo, una república soberana. En 1841, se declaró independiente de México, estableciéndose la República de Yucatán, con su propia bandera, su propio gobierno y una identidad fuerte, clara y orgullosa.
No y nunca fue un gesto separatista por ego, sino —bajo mi manera de entender— fue una exigencia de respeto y autonomía. Yucatán pedía lo que ya era suyo por derecho: dignidad, justicia, reconocimiento.
Pero el corazón de Yucatán siempre ha estado unido al del país. En 1848, en medio de conflictos como la Guerra de Castas, Yucatán volvió a abrazar a México, no por imposición, sino por destino común. Porque Yucatán entendió que su fuerza sería mayor siendo parte de un todo, sin dejar jamás de ser quien es. México no absorbió a Yucatán, México se enriqueció con él.
Desde entonces, Yucatán ha sido columna vertebral del espíritu mexicano, por su valor histórico, por su herencia maya indomable, por sus tierras fértiles y sus ciudades llenas de arquitectura, saber y arte. Por su gente noble, trabajadora y valiente, que nunca ha olvidado su linaje ni su responsabilidad de protegerlo.
Caminar por Mérida, Valladolid o Izamal es caminar sobre historia viva, es observar cómo el pasado no ha muerto, solo se ha convertido en danza, en bordado, en canto, en lengua.
Allí, la cultura maya no es un recuerdo arqueológico, es un latido diario. Se habla, se celebra, se transmite.
Yucatán enseña que se puede mirar al futuro sin soltar la mano del pasado, y no solo eso, Yucatán ha sido ejemplo nacional en paz social, educación, sostenibilidad y preservación cultural, un modelo de desarrollo que honra a sus ancestros mientras proyecta esperanza para las nuevas generaciones. En un mundo que corre sin pensar, Yucatán respira profundo, cuida, honra, comprende y avanza.
Así, entre ceibas y ruinas, entre templos y pirámides, entre cielos teñidos de naranjas en sus atardeceres y susurros milenarios, Yucatán nos recuerda quiénes somos: descendientes de estrellas, hijos de la tierra y guardianes del alma.
México es cultura viva, es arte en movimiento, es el pincel rebelde de Frida Kahlo, la voz de la tierra en los versos de Octavio Paz, la lucha eterna de Emiliano Zapata, la dignidad de Benito Juárez.
México, también es Diego Rivera pintando la historia en las paredes, es Lila Downs cantando en náhuatl, es Cuarón, Del Toro e Iñárritu llevando lo mexicano al cine global y mundial, pero no olvidemos que también es cada maestra rural que educa sin recursos, cada campesino que siembra esperanza, cada madre que alimenta con lo poco que tiene y todo lo que es.
México son ellos, y eso merece todo mi respeto y reconocimiento.
Es imposible no emocionarse, al escribir este texto, es imposible no sentir, ante un país donde la muerte se honra con flores, donde la lucha se convierte en danza, donde las cicatrices se convierten en arte.
En México, cada día es una ofrenda a la vida, cada platillo es un poema con ingredientes, cada tradición es un acto de resistencia, un grito de orgullo, una celebración de su identidad.
Y si hay algo que define a los mexicanos es su capacidad de seguir adelante, con todo y a pesar de todo y lo más maravilloso: con una sonrisa rota pero digna, con una fe sencilla y profunda, con una calidez que te envuelve, aunque no te conozcan.
En cada abrazo, en cada canción, en cada altar, México te dice: «aquí estamos, aquí permaneceremos, no nos vamos ni nos iremos, seguimos vivos, seguimos fuertes y lo seguiremos haciendo día tras día con nuestra propia identidad, bondad, humildad, amabilidad y honor».
¡Viva México!
Viva su gente, su memoria, su presente lleno de color, su futuro luminoso.
Viva Yucatán, viva Chichén Itzá, viva la cultura maya, viva el espíritu que habita en cada rincón de esta tierra generosa.
Viva la verdad que México representa, que la belleza está en el alma, y el alma está en el aquí.
A todos mis amigos mexicanos, hoy brindo por vosotros, porque como sabéis, no solo os admiro, sino os quiero con toda mi alma.
Por todos vosotros, ciudadanos mexicanos, mi último grito con el corazón en paralelo os digo:
¡¡VIVA MÉXICO!!
Jorge Esquirol.
@elblogdejorgeesquirol
Posdata:
Si estas palabras han tocado alguna fibra de tu corazón, si te han recordado lo hermoso que es ser mexicano —o amar a México desde cualquier parte del mundo—, no las dejes aquí. Compártelas, que viajen por las redes como lo hacen los mariachis por las calles, con fuerza, con emoción, con orgullo. Que otras personas puedan también leer y sentir lo mismo que siento yo, porque México no se celebra en silencio, se respeta, se grita, se honra y se comparte.
Y si quieres seguir recibiendo cada viernes un nuevo capítulo lleno de historias, emociones, reflexiones y amor por la vida, te invito a suscribirte totalmente gratis a esta mi web: www.jorgeesquirol.com y no perderte mi blog: @elblogdejorgeesquirol.
Un espacio donde cada palabra busca abrazarte y dejar huella.
Gracias por estar aquí, gracias por leerme y sobre todo, gracias por ser parte de esta Comunidad.
¡Nos vemos el próximo viernes!
Me gustaría hacer una mención especial a Dagmar, arquitecta yucateca, y un libro abierto de Cultura e Historia de Yucatán, gracias por tu impagable e inolvidable ayuda.
A Cecilia. G, de Kóokay Ediciones, por su ayuda y por quizá, todo lo que venga por delante.
Y por último a ti, Nelly, por tu esfuerzo y tu actitud, y por ser merecedora de mi amistad y lealtad, toda mi gratitud. Y recuerda, las ilusiones, si las visualizas, se van a cumplir y a dar.
A todos y cada uno de vosotros que, desde tantos rincones del mundo, me leéis, gracias de corazón, porque como siempre os digo y hoy más que nunca, nada sería posible sin vosotros y ya formáis parte de mi vida.
«Sed muy felices, por favor».
Os abrazo,
Jorge Esquirol.