Hola a tod@s de nuevo, y, antes de nada, muy, muy, muy

¡¡¡FELIZ AÑO 2025!!!

Tras el parón del viernes pasado, por descanso por Navidad y fiel a mi cita de cada viernes con todos vosotros, arrancamos un nuevo año, y yo personalmente, como os dije, lo hago con energías renovadas y con una ilusión tremenda por las cosas bonitas que están por venir.

Aún nos queda por delante, la Festividad de Reyes, de los Reyes Magos, esa fecha que recuerdo con una gran añoranza, y que, a día de hoy, me trasporta a esa etapa de niñez y de infancia, a esa época de felicidad absoluta y a esa inocencia trasparente que se pierde con el paso de los años.

Justo en esa época, en mi familia, mi padrino y tío, me llevaba al circo, cosa que me fascinaba, pero al circo de verdad, el tradicional, el de toda la vida, del que justamente hoy no voy a escribiros sobre él, por el profundo respeto que les tengo a sus grandes profesionales, a los que llegué a conocer y a colaborar, porque es un arte, (el circense), que, aunque muchos de vosotros no sepáis, porque no la hayáis vivido desde dentro, requiere de una disciplina, sensibilidad y esfuerzo inimaginable.

Si hubiera querido escribiros un capítulo dedicado al mundo circense, que lo haré, lo hubiera titulado:

«Bienvenidos al Maravilloso y Fabuloso Mundo del Circo», cuando a este como habéis podido observar, tan sólo lo he titulado:

«Circo»

Si alguna vez has asistido a un circo, recordarás el espectáculo. La música, los colores brillantes, la sensación de que todo se mueve a gran velocidad, casi como si estuvieras atrapado en un sueño.

Los malabaristas lanzan pelotas al aire, los payasos corren de un lado a otro, y los trapecistas desafían la gravedad, colgándose de cuerdas invisibles, mientras el público aplaude en éxtasis.

Todo parece tan perfecto, tan bien organizado, tan lleno de vida… hasta que te das cuenta de que todo es una farsa.

El circo, en su máxima expresión, es solo eso: un espectáculo artístico, enmascarado, de irrealidades convertidas en realidad y concretamente del circo que os voy a hablar, (que no tiene nada que ver con las verdaderas artes circencenses), de mentiras y más mentiras, que pretenden convertirlas en verdad.

Del circo que os hablo, no precisa de carpa, y la función es diaria. Este nuevo Circo, le han puesto por nombre:

«Circo España» o dejémoslo en tan sólo España, (por mi respeto hacia todos los profesionales del circo).

Tras la fachada brillante, de este nuevo circo, hay trucos que distraen y desvían nuestra atención de lo que realmente sucede. Y si algo se ha convertido en un circo en España en estos últimos años, es precisamente la política. La ilusión de que estamos avanzando, de que cada acto, cada discurso, cada promesa, nos llevará un paso más cerca del progreso, pero, en realidad, todo sigue igual. El telón cae, los malabaristas se van, y el público se queda esperando algo que nunca llega.

El Congreso de los Diputados y las Cortes Generales han dejado de ser las instituciones encargadas de velar por el bienestar de la nación, y se han transformado en el escenario de un circo romano moderno, donde se representan luchas de poder sin propósito alguno más que el mantener el espectáculo en marcha. Ya no se trata de legislar ni de construir un futuro mejor para España y los españoles. No, ahora todo es parte de una función, una comedia de enredos donde los verdaderos intereses parecen haberse perdido en los ecos y egos de los discursos vacíos y los enfrentamientos estériles.

Y, como no podría ser de otro modo, el jefe de pista, por no decir el «payaso», de este circo moderno es el presidente del Gobierno, ese hombre al que muchos miran con admiración, pero cuya figura, cuando se observa con detenimiento, refleja más el perfil de un narcisista enamorado de sí mismo que el de un estadista responsable. Con su sonrisa perpetua y su verbo afilado, se pasea por el escenario como si fuera el dueño absoluto del espectáculo, asegurando que todo está bajo control mientras, en realidad, los números más importantes nunca se resuelven.

¿Recuerdan al jefe de pista del circo? Ese personaje que habla sin parar, que gesticula con entusiasmo, que pone cara de sorpresa cuando los leones saltan a través de los aros, pero que en realidad no está haciendo nada más que asegurarse de que toda la atención esté centrada en él. Así es nuestro presidente, que ha aprendido bien el arte de la distracción. Su habilidad para mantenerse en el centro del escenario y tomar siempre la delantera en cualquier discurso es impresionante, pero lo que realmente está logrando es sostener un circo vacío donde el progreso de España no es más que una ilusión.

Es más, si nos ponemos a analizarlo con detenimiento, la figura de este presidente se parece mucho más a la de un dictador disfrazado de líder democrático. Mientras los números del desempleo suben, los problemas sociales se acumulan y las tensiones políticas se multiplican, él sigue ahí, sonriendo frente a las cámaras, imitando a los grandes oradores de la historia, pero sin proponer una verdadera solución.

Como el domador de un circo, mantiene a su alrededor un círculo cerrado de seguidores, aquellos que se encargan de mantener el espectáculo en marcha, de aplaudir cada palabra vacía que sale de su boca, mientras el país sigue estancado y en decadencia.

En el Congreso, los diputados se convierten en los gladiadores de esta arena política. Sus luchas no son batallas ideológicas ni debates constructivos, sino ataques directos y personalistas, donde se busca humillar al adversario más que proponer una solución a los problemas que realmente afectan a los ciudadanos. Las promesas de cambio y de mejora se diluyen rápidamente en un mar de acusaciones, trampas y falsas promesas. Los leones de la política, aquellos que deberían estar defendiendo los intereses del pueblo, se convierten en simples marionetas, domadas por los hilos invisibles de intereses partidistas que nunca llegan a ponerse de acuerdo en nada sustancial.

No obstante, el verdadero espectáculo de este circo está en las cortes judiciales. El gobierno, con su inquebrantable postura, sigue sonriendo mientras el país se tambalea por las acusaciones de corrupción que manchan la imagen de sus principales representantes. Como un mal y nefasto prestidigitador o encantador de serpientes, el presidente lanza un truco tras otro, pero siempre hay una carta bajo la manga, una mentira más, una estrategia para hacer creer a los ciudadanos que todo está bajo control.

Mientras tanto, las investigaciones judiciales, las imputaciones y las denuncias se acumulan, pero nadie parece querer mirar lo que está sucediendo detrás de las bambalinas.

La justicia, al igual que los trapecistas que se lanzan de un lado a otro sin red, también parece estar suspendida en el aire, esperando caer en algún momento sin que nadie sea capaz de evitarlo.

En este circo romano, las promesas de transparencia y responsabilidad caen como una pelota de malabares que nunca llega a tocar el suelo. En lugar de enfrentar los verdaderos problemas del país, el presidente se dedica a buscar nuevas maneras de disfrazar la realidad, jugando al escondite con la verdad.

En este circo, como en todos los circos, el público se convierte en el espectador pasivo que mira, aplaude y se ríe, sin darse cuenta de que está siendo engañado. Como un público que se deja arrastrar por el espectáculo, nos quedamos atrapados en una función que no tiene fin. Los mismos actores repiten sus papeles una y otra vez, sin ningún cambio real, sin avances, sin ninguna promesa cumplida.

Y mucha parte de la población, aún no se ha dado cuenta de que, sin pasar por taquilla, le han hecho partícipe de un espectáculo bochornoso, al que nunca ni pensaste asistir.

¿Cuándo y de qué manera nos hemos convertido en parte de este show sin que nadie haya siquiera intentado mejorar nuestra situación? Y lo más lamentable es que cuando se den cuenta, cuando ellos decidan que acabe la función, ya será demasiado tarde.

Este circo no se detiene, no se apagan las luces, y el telón nunca cae. La función continúa, día tras día, hora tras hora y minuto a minuto, una y otra vez, sin que el país avance un solo paso. En lugar de progresar, nos quedamos atrapados en la rutina de un espectáculo vacío, gobernados por un presidente que solo parece preocupado por mantener su propia imagen y su propio poder, mientras el circo sigue funcionando para que todos nos olvidemos de lo que realmente está en juego: el futuro de España.

Estamos ante el mayor espectáculo denigrante, (pero lo más importante), «muy preocupante» que jamás he visto en mi vida y que, de seguir así, con la falta de compromiso y la pasividad, de unos cuantos, o quizá demasiados, y el compromiso de otros cuantos, que tampoco somos pocos y que día tras día luchamos, para parar esta función por el bien de todos, incluidos los que ríen y aplauden las «gracias» de estos «titiriteros» del tres al cuarto, acabe de una vez por todas esta falsa función y esta farsa.

Dejemos el miedo, somos españoles, un pueblo, una Nación ejemplar, rica en cultura y enorme en Historia, somos un ejemplo como Nación y como sociedad, (a los hechos me remito, con los cientos de miles de voluntarios que seguimos ayudando a todos los afectados por la terrible «Dana») y nuestra valentía siempre fue un referente genético y aunque no os lo creáis, los que tenemos contactos con países foráneos, nos hemos convertido, o nos han convertido en el hazmerreír del mundo entero.

Para finalizar os quiero compartir tres puntos de inflexión:

  • El artículo 30.1 de la Constitución Española dice que los españoles tenemos el derecho y la «obligación» de defender a España.
  • Nuestros Gobernantes NO son nuestros jefes, sino nuestros empleados, ¿quién les paga?, ¿de dónde salen sus sueldos?
  • Somos un País Monárquico, el jefe del Estado no es el presidente del Gobierno, sino su Majestad el Rey D. Felipe VI.

Dicho esto, creo que es momento de alzar la voz, de pegar un «puñetazo» en la mesa y decir Basta Ya, de recuperar nuestra identidad y de luchar por los intereses colectivos de todos los españoles y sobre todo de acabar con esta función, a la que nadie nos ha invitado.

Jorge Esquirol

@elblogdejorgeesquirol

Postdata:

A todos y cada uno de vosotros, a todos los que estáis en contacto conmigo, sólo os quiero decir que sois maravillosos, que os deseo todo lo mejor para este año 2025, y pediros permiso (al ser muchos los que me leéis desde otros continentes o países que no son España), de terminar esta posdata lanzando un grito de aliento a la vez que lo escribo y diciendo con la cabeza alta:

¡Viva España!