Ya, viernes y «13» de diciembre. Entrecomillo el número «13», porque para los supersticiosos es un número tabú, pero sin embargo para mí es un número referencial de muchos acontecimientos buenos en mi vida, y lo considero uno de mis números de buena suerte.

¿Cómo ha ido vuestra semana?, ¿cómo estáis y cómo va todo en vuestra vida?

Como siempre, os deseo absolutamente todo lo mejor.

En este nuevo capítulo/artículo de este viernes, quiero abrirte mi corazón de par en par y compartir contigo uno de los múltiples secretos que llevo en mi interior, pero he decidido compartir justamente este, siendo infiel a mí mismo, considerando que, contándoos esta historia veraz y personal, quizá no solo sea el único que haya vivido esto, sino que pienso que muchos de vosotros, en alguna ocasión de vuestra vida, lo podréis haber vivido y, muy probablemente, como yo, lo tengáis en vuestro ser como un secreto que no os habéis atrevido a contar a nadie y que lo «ocultáis» o guardáis con recelo para vosotros mismos.

¿Te cuento un secreto?

Hoy quiero abrirte las puertas a algo que he guardado durante mucho tiempo. No es un secreto cualquiera, ni algo que contarías con una sonrisa en una reunión casual, o incluso a tus mejores amigos ni a tu entorno más cercano.

Es un secreto que me cambió, que me derrumbó y, al mismo tiempo, me reconstruyó.

La verdad es que llevaba años viviendo detrás de una máscara. Fingía estar bien e incluso me reafirmaba en mi propia mentira. Fingía que lo tenía todo bajo control. Era ese tipo de persona que siempre decía «estoy bien», aunque por dentro estaba cayéndome a pedazos.

Y lo peor de todo es que me lo creía.

Me convencí de que, si seguía adelante, si llenaba mi agenda de cosas por hacer, si me mantenía ocupado, tal vez ese vacío desaparecería.

Pero no desapareció.

El momento de ruptura llegó un día cualquiera, como suelen llegar las cosas importantes. No fue en medio de un drama extraordinario ni de una crisis evidente.

Fue un martes por la tarde, mientras me quedaba mirando una pantalla en blanco y escuchaba el silencio en mi cabeza. Sentí algo que no había sentido nunca con tanta claridad: me había perdido a mí mismo.

¿Te ha pasado alguna vez?

Ese día me di cuenta de algo aterrador. Durante años había intentado definirme por lo que hacía: mi trabajo, mis éxitos, mis relaciones.

Pensaba que, si lograba ser «alguien» según los estándares del mundo y de la sociedad, encontraría mi lugar. Pero todo eso era una ilusión. Porque, cuando me quedaba solo, cuando el ruido se apagaba, no tenía ni la más mínima idea de quién era realmente.

Aquí está el secreto: «durante mucho tiempo, no supe quién era».

Ese vacío que sentía no era porque me faltara algo externo. No era porque necesitara más logros, más amigos o más validación. Era porque no estaba conectado conmigo mismo. Me había pasado la vida huyendo de mis propias preguntas, disfrazándome de lo que creía que los demás esperaban de mí o querían que fuera, para satisfacer a mi entorno y creer salir victorioso de la aceptación de los demás, cuando era todo lo contrario. Cada «victoria de aceptación» por parte de los demás «era una nueva derrota inconsciente» para mí.

Y llegó el día en que mi actitud superó a mi despropósito.

Todo no empezó a transitar hacia mi propio cambio hasta ese momento, que fue cuando me atreví a quedarme en el silencio, a enfrentarme a esa sensación de vacío.

En ese preciso instante, algo empezó a cambiar, en mí y para bien.

Os aseguro que no fue fácil ni cómodo.

Al principio, sentí temor, miedo. Miedo de lo que podía encontrar si me observaba o me miraba demasiado cerca. Miedo de aceptar que no tenía todas las respuestas, que no sabía a dónde iba, que no era tan fuerte como quería parecer. Pero en ese miedo descubrí algo importante: no necesitaba saberlo todo para seguir adelante.

Lo único que necesitaba era permitirme ser yo mismo y un ser humano, hacer prevalecer mi esencia, aunque a muchos no les gustara.

A veces creemos que debemos tenerlo todo claro, que debemos saber quiénes somos y qué queremos en cada momento.

Pero la verdad es que la vida no funciona así. Somos un constante trabajo en progreso, una mezcla de certezas e incertidumbres, de fortalezas y vulnerabilidades.

Hoy quiero compartir este secreto contigo, porque tal vez tú, al igual que yo, también te has sentido perdido.

Tal vez tú también has fingido que todo está bien cuando no lo está. Y quiero decirte algo que ojalá alguien me hubiera dicho a mí: está bien no saberlo todo. Está bien sentirte roto. Está bien empezar de cero.

El camino hacia ti mismo no es una línea recta. Es un laberinto lleno de giros inesperados, de pausas necesarias, de caídas y aprendizajes. Y lo más importante: no tienes que recorrerlo solo.

Como reflexión final te quiero decir, a ti, a vosotros, a tod@s los que fieles a la cita de cada viernes y fin de semana me leéis que:

«Sentirse perdido en la vida», sentir en ocasiones «vacíos emocionales», «perderse» y no saber «encontrarse a uno mismo», llegar a sentir un «vacío existencial», son cosas totalmente normales en este recorrido y camino llamado «vida» y en cualquier ser humano.

Como humilde recomendación y para finalizar de compartir totalmente el secreto os quiero compartir tres cositas que a mí me sirvieron para superar, con mucho esfuerzo, estas sensaciones reales que no solo he vivido en primera persona tan solo una vez:

  • «Vivir el presente».
  • «Acoger y disfrutar de vuestros momentos de soledad».
  • «Intentar buscar vuestra propia felicidad, en pequeños momentos y en actividades o actos que no hayáis probado nunca».
  • «Reconectaros con vuestro propio yo».

Y, sobre todo, y lo más importante:

Siempre: «Ser vosotros mismos». «Sé tú mismo».

Así que aquí estoy, dejando este secreto en tus manos.

Porque quizás, de alguna manera, mi secreto ya también es tu secreto, el tuyo.

Y ahora que somos compañeros de «secreto», me gustaría preguntarte:

¿Qué harás con él?

Jorge Esquirol.

@elblogdejorgeesquirol.

Posdata:

Felicidades por esos 58 años de casados a esas dos grandes personas que tengo como vecinos, Elvira y Eladio.

Gracias, Chema, agradecido por tu amabilidad, como la de tu mujer Loli, es un placer compartir, aunque sea pequeños ratos, con vosotros.

A ti, Nelly Tamayo, ¡qué gran razón teníamos ambos!: «Todo se va a dar». Gracias, compañera, por formar ya parte de este equipo y ser parte primordial y fundamental de ese o esos proyectos realmente maravillosos y entrañables que tenemos en tu país y mi amado México.

Vane, de los escenarios te has pasado a los sets de rodaje; ya te has convertido de «bailaora» a actriz, aunque, como siempre te digo, eres artista, y los artistas verdaderos como tú tocan todos los «palos» y con éxito.

Salúdame a Wenso, a Isa, a tu mamá y a ese artistazo que he visto detrás de las cámaras, tu amigo y socio, mi admirado Adolfo Herrera.

J.M.G. Valcárcel, gracias como siempre por estar presente, aunque no estemos tan cerca; yo, por lo menos, siempre te tengo en mis pensamientos y en mis rezos.

María, eres una amante de la música, aunque no compartamos algunos gustos, justamente en eso está lo bonito. Orgullo de poder ser tu amigo.

Mery, gracias por cuidarme, por estar a mi lado sin ningún interés ni obligación. Soy consciente desde hace muchos años de que vivir o convivir con un artista, bohemio y medio «loco» como yo debe ser tremendamente difícil para ti, pero siempre estás al pie del cañón.

Gracias a ti, Alberto Cerezuela, por admitirme de nuevo en esa editorial que siempre consideré la mía, Círculo Rojo, y ya inmersos con el proceso editorial de mi segundo libro. Gracias también a ti, Alicia Quesada, mi editora, y a ti, ¿Jazmira? Creo que sabes bien por qué lo interrogo, jajajaja.

Y para cerrar esta posdata, la cabeza pensante, junto a la mía, que, en cada llamada, me sube hasta el techo porque no veo fin a este gran proyecto que ya hemos arrancado y cada vez se van sumando ideas nuevas realmente maravillosas, que no solo engrandecen el propio proyecto, sino que mi cabeza también las desarrolla aún más. Simplemente decirte, D. Xavi Bonet: ets la re-òstia, estic cada dia més feliç de treballar amb tu i que en cada conversa vam treure alguna cosa nova, positiva i màgica.

Anem a totes i amb totes.

Millones de gracias a todos, anónimos, conocidos, amigos y seguidores, porque, como siempre os digo, cada vez sois más los que ya formáis parte de mi vida… Mi eterno agradecimiento.

No olvidéis suscribiros a esta mi web, de forma totalmente gratuita y sin pediros ni dejar datos personales, tan solo con vuestro email, para informaros puntualmente de todo lo bonito, en lo que estoy y estamos trabajando duro, para absolutamente todos y cada uno de vosotros.

Os abrazo y os quiero cada día más.

Jorge Esquirol.