Un viernes más y una nueva ilusión para mí, el poder arrancar a escribiros este capítulo, ya el número cinco, de esta segunda temporada de mi blog personal:

@elblogdejorgeesquirol

Como de costumbre, me gustaría preguntaros, ¿cómo estáis?, ¿cómo ha ido la semana? ¿Y cómo va todo?

Más que esperar, deseo de corazón que todo haya ido y vaya bien para todos y cada uno de vosotros y los vuestros.

Tenía previsto y pensado hoy hablaros a través de mi escritura de otro tema totalmente diferente al que abordaré en el capítulo de hoy, pero en una conversación telefónica de hace unos días, me percaté de que mi interlocutora no sólo es considerada amiga personal mía, sino que se había convertido en alguien especial, en alguien que me cuida, que se preocupa por mí y que siempre tiene su mano tendida para ayudarme, cuando, aún sin pedirlo ni siquiera pensar yo mismo que lo preciso, siempre está ahí, convirtiéndose y entrando a formar parte de mi lista de «ángeles» particulares.

«Ángeles»

No quiero pecar en el despropósito de incidir, declinarme o quizá posicionarme, profundizando en las diversas religiones, culturas o incluso en el misticismo que puede dar lugar al título de hoy.

Como católico que soy, creo que no os podría escribir con sinceridad si me dejo llevar por pasajes de la Biblia o incluso de los Evangelios Apócrifos, así que dejaré a un lado mis ideales o creencias y os escribiré con total neutralidad, pero con mis verdaderos sentimientos, como de costumbre.

Creo que sabéis de sobra, los que me conocéis, que tengo una forma muy personal, particular y peculiar de observar la vida, muy diferente al resto.

Con esto no pretendo ni llevar la razón ni siempre acertar en mis afirmaciones, pero me sentiría muy afortunado de que todos esos nuevos lectores que os incorporáis de tan distintas partes del mundo, me vayáis, cada viernes y en cada capítulo, conociendo un poquito más.

La palabra «Ángel» proviene del griego «Angelus».

Y según la manera de comprensión de los humanos, de la historia o definición, se trata de seres celestiales, sin una encarnación física, que conviven con el mismo Dios y que sirven de intermediarios y enlace entre él (sea cual sea nuestro Dios) y nosotros.

Pero como os acabo de escribir, no quiero profundizar en este tema y sí expresaros el verdadero significado que tienen para mí las palabras «Ángel» o «Ángeles» y mi manera de concebir o creer en el significado o la existencia de ellos.

Desde mi punto de vista, los ángeles existen, aunque no los pueda ver. Desde mi análisis y comprensión, aquellos seres queridos que se me fueron y que amé infinitamente, como recíprocamente ellos hicieron conmigo, siguen estando a mi lado, protegiéndome de todo mal y cuidándome, al igual que yo hice con ellos.

En ese listado personal de ángeles, hay una larga lista que ya no están presentes y visibles, al haber perdido a toda mi familia (como muchos de vosotros sabéis), pero, aunque en minoría y no menos importantes, hay ángeles que inesperadamente se han cruzado en mi camino y en el lugar menos esperado por mí. Ángeles visibles y vivos, personas, como tú o como yo, cuya energía, bondad y conexión son tan extremadamente profundas que no tengo más remedio que reconocer que tengo una suerte desmedida de poder tenerlos al lado también.

Siempre he tenido la convicción de que cada ser humano, todos, absolutamente todos, al nacer venimos al mundo con una misión encomendada y que cumplir en la vida, y creo, cada día más, que los ángeles son nuestros fieles guardianes que nos acompañan en ese camino para poder exitosamente llegar a cumplir tal misión.

No quiero citar nombres, por respetar vuestra privacidad, pero seguro que sabéis que os hablo a vosotros.

Cada día me doy más cuenta de que la vida es aún más maravillosa de lo que siempre imaginaba y que los regalos inesperados que te ofrece, aunque no tengan valor económico ni envoltorio, para mí no habría dinero suficiente en el mundo para pagar tales.

Como anécdota, os cuento cosas que me siguen haciendo reír al empezar a escucharlas desde muy temprana edad y aún en la actualidad. En muchas ocasiones sigo oyendo los muchos «dichos y diretes» que habréis oído muchas veces en una reunión de amigos o familiar, cuando se entremezclan las conversaciones, con música o la televisión de fondo. Muchas veces se produce un silencio global que nos sorprende a todos y siempre el simpático de turno apostilla la famosa frase: «ha pasado un ángel». Nada más incierto, bajo mi humilde opinión.

Ellos siempre están ahí, a mi lado, a tu lado, salvaguardándonos e incluso en muchas ocasiones mandándonos señales, que en la mayoría de las ocasiones no somos capaces de entender, darnos cuenta o percatarnos.

Estoy seguro de que el que normalmente pronuncia la «famosa» frase al producirse el citado silencio, en la mayoría de las ocasiones ni tiene creencia en los ángeles y sus palabras son más mecánicas y automáticas que sentidas y reales, ¿pero sabéis algo? Me gusta seguir oyéndolo de vez en cuando, como tantos dichos, porque eso significa para mí que, aunque pasen los años, nos hagamos más mayores o viejos, el legado de nuestro idioma, de nuestros dichos, de nuestras costumbres, sigue latente y vivo.

Ya estamos a viernes, 19 de octubre, cómo pasan los días y el tiempo. Este capítulo os lo escribo desde mi ciudad de nacimiento, Madrid, a pocas horas de embarcar en un vuelo largo de trayecto, pero enorme de emociones.

Antes de despedirme de todos vosotros, hasta el próximo viernes, Dios mediante, os quiero expresar mi más sincero agradecimiento. Gracias, millones de gracias por permanecer ahí, por esas reflexiones que compartimos, por vuestras maravillosas palabras, pero para mí inmerecidas, hacia este escritor bohemio, nómada (qué gran palabra, Ricard, y qué gran significado para los que la llegamos a asimilar y a entender). De veras, me siento muy afortunado y un privilegiado de teneros a todos vosotros y sentiros tan cerca, aunque algunos estéis tan lejos.

Como últimas palabras y como consejo:

No intentéis buscar a vuestros «Ángeles», ellos ya están con vosotros.

Jorge Esquirol

Postdata:

Quiero dedicar este capítulo número cinco a mi madre y mi hermana, que en paz descansen las dos. Así mismo, quisiera explicaros el porqué: ambas se llamaban «Ángeles».

Pasad un feliz viernes y un fin de semana maravilloso.

Aprovechad cada minuto, cada momento y vividlo en plenitud, como si fuera el último.

Y como siempre os digo:

«Sed muy felices, por favor».

Os quiero y os abrazo.

Jorge Esquirol

@elblogdejorgeesquirol